La piel es una de las partes del cuerpo que antes inicia su envejecimiento. Según datos que maneja Nivea, en las mujeres, la piel comienza a envejecer entre los 25 y los 30 años, mucho antes de lo que se tiende a pensar cuando se usa la palabra "madura".
Además de la genética de cada persona y de la edad, hay otros factores externos que pueden acelerar su envejecimiento. El más importante es la exposición solar, aunque hay otros que también afectan, como la contaminación atmosférica y los hábitos poco saludables como fumar, una mala alimentación o trasnochar, entre otros.
Todos ellos provocan cambios en la estructura de la piel que pueden derivar en ciertas lesiones, muchas de ellas benignas, pero molestas o antiestéticas.
Los expertos dermatólogos de Nivea explican qué cambios experimenta la piel hasta que alcanza la edad madura. De esta forma, será más fácil saber cuándo ha llegado la hora de adaptar la rutina facial a las nuevas características de la piel:
Arrugas y pérdida de firmeza y elasticidad
La combinación de estos tres signos es una de las primeras señales que indican el camino hacia una piel madura. Con el tiempo, se ralentiza la capacidad de regeneración celular y disminuye la producción de colágeno y elastina, por lo que la piel pierde su sujeción natural y las arrugas se hacen más profundas y marcadas.
Pérdida de hidratación más acusada
Otra de las señales es el incremento de la sequedad. La piel ya no conserva la hidratación con tanta facilidad, por lo que es frecuente la tirantez o incluso la irritación de la piel del rostro.
Piel más fina
La menor producción de colágeno no solo provoca una piel menos firme, sino también que esta se vuelva más fina. También se reduce la grasa subcutánea en la capa inferior de nuestra piel, así como el tamaño de las papilas cutáneas, afectando al grosor de su estructura.
Manchas
Suelen aparecer más en las zonas expuestas al sol, como el rostro, el escote o en las manos y los brazos. Son más frecuentes en aquellas personas que han tenido una alta exposición al sol durante su vida. Aun así, también pueden sufrirlas personas más jóvenes por otros motivos, como los cambios hormonales, o en forma de marcas debidas al acné.
Mayor propensión a eczemas e infecciones
La menopausia acentúa todas estas señales de envejecimiento. Debido a la reducción de las hormonas sexuales, la piel se vuelve más seca y fina y pierde elasticidad. Esto no solo deriva en la aparición de arrugas más profundas, de tejidos más flácidos y de una piel más fina y sensible, sino que, en casos extremos, también puede incentivar la aparición de infecciones, eczemas o lesiones como las hiperplasias sebáceas, unos pequeños bultos cutáneos.