Éste será uno de los ejes prioritarios de la diplomacia rusa a partir del acuerdo que pone fin a 35 años de enfrentamiento entre Washington y Teherán. Rusia siempre ha argumentado que el escudo antimisiles desplegado a lo largo de sus fronteras (en Polonia y Rumania el componente terrestre) y en el Mediterráneo el componente naval del sistema (destructores norteamericanos basados en Rota), nunca tuvieron como objetivo a Irán sino a Rusia.
Apenas 24 horas después de anunciarse el acuerdo de Viena, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, urgía a Washington a que desmantele el escudo antimisiles, y recordaba que Obama prometió en 2009, en Praga, que el escudo antimisiles no sería necesario si se resolvía el caso nuclear iraní.
El segundo país destinatario del escudo antimisiles, Corea del Norte, siempre ha quedado relegado a un segundo plano ante el escepticismo de que llegue a disponer de misiles balísticos fiables y con un alcance superior a 4.000 kilómetros. La distancia entre la dictadura comunista coreana y centroeuropa es de casi 8.000 y en su hipotética trayectoria el misil tendría que atravesar parte de China y toda Rusia.
En el pulso que libran la OTAN y Rusia a causa del conflicto de Ucrania, con el mayor despliegue militar aliado en las fronteras rusas desde que acabó la Guerra Fría hace un cuarto de siglo, Washington no va a retirar el escudo antimisiles aunque quede de manifiesto que el objetivo último era Rusia.
Previsible despliegue de misiles
Muy al contrario, el Pentágono, como revela su reciente documento Estrategia Militar 2015 publicado por MIL21, considera una prioridad estratégica mantener su capacidad de disuasión “particularmente a la luz de la reciente agresión rusa en su periferia”, señala textualmente.
En esa línea, los estrategas estadounidenses contemplan desplegar en Europa misiles balísticos y de crucero ante lo que estiman “incumplimiento” ruso del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF por sus siglas en inglés). Firmado en 1987, preveía la eliminación de todos los misiles con un radio de acción entre 500 y 5500 km. La decisión de acabar con este tipo de misiles posibilitó la posterior reducción de armamento convencional entre la OTAN y Rusia.
Para sembrar Europa de misiles como en los mejores tiempos de la Guerra Fría, los estrategas del Pentágono aseguran que Moscú ha desarrollado dos sistemas que violan el INF: el misil balístico RS-26 “Rubezh” apodado el “asesino de defensa antimisiles” y el de crucero R-500, instalado en el sistema “Iskander-M” con un alcance estimado de 2.000 kilómetros.
Sentar a rusos y americanos
Diplomáticos europeos expertos en cuestiones de Seguridad y Defensa afirman que, ante el nuevo escenario creado por el acuerdo de Viena, el escudo antimisiles puede convertirse en una “valiosa pieza” para sentar a rusos y americanos a negociar discretamente la reducción de armamentos a uno y otro lado de las fronteras.
Sería una forma de comenzar el necesario deshielo y una vuelta a la normalidad de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos. Más difícil ha sido la negociación entre Washington y Teherán por la que nadie apostaba hace un par de años.
Hasta que esa hipotética negociación se sustancie, si es que llega, la opinión pública europea asistirá a una redoblada campaña de propaganda entre Washington y Moscú a favor y en contra del escudo antimisiles. Los medios de comunicación rusos informan asiduamente de los avances y exitosas pruebas de los dos citados sistemas de misiles y la posibilidad de que incorporen cabezas nucleares.
Al incluir la cuestión nuclear en el debate, Putin intenta sensibilizar a la opinión pública europea de los riesgos que corre manteniendo en su territorio el escudo antimisiles balístico integrado por Washington en el dispositivo OTAN.
El acuerdo de Viena y el nuevo rumbo emprendido por Irán, es un magnífico ejemplo para que Obama y Putin se sienten a negociar cómo alejar a Europa del abismo de la guerra. Los dos dirigentes tendrían que dejar parte de sus prejuicios por el camino.
Hasta el momento, en el partido de intereses geopolíticos que las dos potencias disputan a cara de perro, el presidente de Estados Unidos gana por dos goles a cero (Cuba e Irán) al líder ruso.
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