Los datos revelan que, si bien los hijos de padres más mayores (a partir de 45 años) tienen mayor riesgo de sufrir trastornos como la esquizofrenia y el autismo, así como malformaciones y enfermedades cardíacas, también suelen presentar otras características muy positivas como, por ejemplo, que suelen tener un rendimiento académico superior -son mejores en especial en las asignaturas de ciencias-. Además, la mayoría cuenta con intereses propios y le preocupan poco cuestiones como “encajar” en el grupo.
Una realidad que se relaciona con el nivel socioeconómico de los padres más mayores, que han tenido más tiempo para desarrollar también sus carreras -y en consecuencia educar a sus hijos-. Es decir, sus pequeños tienen más opciones de criarse en un entorno más enriquecido y de acceder a un nivel educativo más alto.
Estos progenitores también cuentan con un nivel de madurez vital y emocional superior, algo que se traduce en niños con una estabilidad y responsabilidad superiores, con intereses propios incluso ajenos a las tendencias de otros compañeros y, por tanto, más frikis, pero también más activos y seguros.
El envejecimiento de la población, un problema
Sin embargo, no podemos perder de vista que el envejecimiento de la población es un problema, ni tampoco los motivos que se esconden detrás de este retraso de la maternidad. De hecho, las tendencias están cambiando y ya son muchas las españolas que no quieren ser mamás. En concreto, las cifras indican que casi el 30% de las mujeres menores de cuarenta años no lo desean. Tal es así que -no obstante la bajada del número de abortos tras la entrada en vigor la ley de plazos- el porcentaje de interrupciones del embarazo ha vuelto a crecer.
Respecto a las españolas que sí quieren ser madres, tenemos la tasa más alta de la Unión Europea de madres que superan los 35 años. Y no por voluntad propia, sino por las dificultades económicas y de conciliación. De hecho hasta el 42% asegura que tuvo a su hijo hasta cinco años más tarde de lo que le hubiera gustado. Por no hablar de los peligros que se añaden a la gestación, el parto, e incluso a la concepción cuando se incrementa la edad de la progenitora.