VIDA

La belleza de Halong (II): En medio de arrozales

Martes 17 de diciembre de 2019
No hay que alejarse mucho del golfo y sus pedruscos protagonistas para encontrar un paisaje espectacular en el que el mar ha sido sustituido por extensos arrozales cruzados por un sinuoso río.

Se trata de Tam Coc, un precioso paraje natural en la provincia de Ninh Binh que muchos definen como la Bahía de Halong en tierra y también reconocido como Patrimonio de la Humanidad. Otros lo han denominado “el sueño hecho realidad”. Las formaciones rocosas, las cuevas, el agua y el paisaje son el decorado adecuado a los inmensos arrozales que cuando están en su máximo esplendor, tienen un color verde brillante con tonos amarillos, que terminan en el comienzo de los acantilados de las formaciones rocosas. El paraje natural de Tam Coc se recorre en pequeñas barcas de remos para dos o tres pasajeros que surcan el río Ngo Dong, manejadas diestramente en su mayoría por mujeres que hacen una jornada de ocho o diez horas, en sucesivos viajes de un par de horas cada uno y cobran el equivalente a unos pocos dólares. Curiosamente, reman con los pies. Como hacen ellas, es aconsejable utilizar el típico gorrito vietnamita de caña y bambú, el Nón Lá, para protegerse del sol.

Durante el recorrido en sampan por este parque natural se contemplan formaciones rocosas similares en forma y tamaño a las de la bahía, se atraviesan cuevas estrechas en las que es necesario bajar la cabeza y que dan nombre al lugar: Tam Coc significa tres cuevas y durante el recorrido se atraviesan sin tener que bajar del bote y se visitan pagodas y restos de monumentos y edificaciones de tiempos del Vietnam de leyenda.

La principal diferencia de este recorrido con los que se hacen en la bahía de Halong es la sensación de intimidad, porque aunque haya decenas de barcas que siguen el mismo curso, uno siente la soledad, se percibe claramente el suave batir de los remos, el chapoteo del agua, el arrullo del viento... Todo parece que está ahí para que uno los disfrute, cada peñasco, cada extensión de arrozales, cada pájaro que nos sobrevuela, cada aleteo de los patos, cada Martín pescador que salta al paso de la barca. El placentero viaje solo se ve interrumpido, a veces, por algún vendedor ambulante que propone una fresca bebida... para el remero, aunque la paga el pasajero. Casi nunca la consumen y con frecuencia te la ofrecen a mitad de precio cuando avanza el recorrido.

Afortunadamente no hay que elegir, Halong o Tam Coc, porque ambos se complementan, están a apenas unos kilómetros entre ellos y hay muy buenas combinaciones y paquetes organizados que incluyen ambas maravillas. Acudiendo a un experto puede organizarse una visita que se puede completar con otros atractivos cercanos y concluir o empezar en Hanoi.

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