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La contaminación influye en el desarrollo del párkinson, el alzhéimer o el ictus
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La contaminación influye en el desarrollo del párkinson, el alzhéimer o el ictus

lunes 27 de enero de 2020, 23:17h

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La contaminación atmosférica influye tanto en el comienzo como en la progresión de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer, el párkinson, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la esclerosis múltiple, la epilepsia, el ictus o la migraña, según informó la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Con motivo de la celebración hoy del Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2, también llamado Día Mundial de la Acción frente al Calentamiento Terrestre, la SEN ha querido informar sobre los efectos de la contaminación en la salud cerebral.

Según el vocal de esta sociedad científica, el doctor Pablo Eguia del Río, “el hecho de que la contaminación afecta a nuestra salud en general, es algo que se conoce ampliamente".

Sin embargo, "los efectos que esta tiene sobre nuestro cerebro aún es desconocida por muchos. Cuando hablamos de contaminación, inmediatamente pensamos en daños respiratorios, pero lo cierto es que un número creciente de estudios epidemiológicos realizados en todo el mundo han hecho saltar la alarma porque se ha demostrado que la contaminación puede provocar una reducción en la capacidad cognitiva, en las habilidades intelectuales y en la memoria”.

Además, “cada vez más estudios sugieren que los agentes contaminantes que respiramos afectan directamente a nuestro cerebro y podrían influir al menos en parte, en la aparición de enfermedades neurológicas”.

PÁRKINSON Y ALZHÉIMER

Han sido varios los estudios que han encontrado una relación clara entre la exposición a la contaminación del aire con cambios de naturaleza funcional del cerebro, y, en concreto, apuntan a que una mayor concentración de contaminantes se relaciona con una menor maduración funcional de las redes cerebrales, básica para la actividad intelectual.

“Un estudio reciente impulsado por la Universidad de Yale (Estados Unidos) y la Universidad Normal de Pekín (China) incluso ha llegado a apuntar que después de tres años de alta exposición a contaminantes, las personas que participaron en la investigación tenían un rendimiento cognitivo similar al que supone perder un año de escolaridad”, subrayó el doctor Pablo Eguia.

Por otra parte, también han sido varias las investigaciones que muestran que una exposición prolongada a la contaminación atmosférica está asociada con estrés oxidativo, neuroinflamación y al envejecimiento prematuro del sistema nervioso central.

“Aunque sería preciso realizar más estudios al respecto, por lo que se ha visto hasta ahora, enfermedades como el alzhéimer, el párkinson, la esclerosis múltiple o la ELA, entre otras enfermedades neurodegenerativas, podrían verse agravadas por procesos de neuroinflamación producidos por la contaminación”.

Incluso, “un estudio realizado en Canadá concluyó que las personas que vivían a menos de 50 metros de una carretera tenían mas riesgo de desarrollar demencia. No obstante, otros estudios han ido incluso más allá apuntando que la exposición a la contaminación atmosférica, principalmente a metales como el mercurio y el plomo, son un factor de riesgo para el desarrollo de este tipo de enfermedades neurodegenerativas y también para otras como la epilepsia”.

CONTAMINACIÓN E ICTUS

La contaminación atmosférica también se ha relacionado con un mayor riesgo de sufrir un ictus. El ‘Global Burden of Disease’ señalaba hace poco que hasta el 30% de los ictus que se producen cada año en todo el mundo podrían ser atribuibles a los contaminantes del aire. La contaminación atmosférica se ha relacionado con estados pro-trombóticos. Por lo tanto, la contaminación podría influir tanto en el incremento de casos de ictus isquémicos –supone aproximadamente el 80% de los casos de ictus que se producen cada año, causados por trombos que interfieren en la circulación de la sangre al cerebro- o, tal y como apuntaba una investigación presentada recientemente en la última Reunión Anual de la SEN, en la gravedad inicial del ictus y en el pronóstico a corto plazo.

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